Golpearnos un dedo del pie contra una superficie dura está sin duda en el top ten de los dolores más insoportables, comparable quizás con el de cortarse con una hoja de papel o el morderse los labios al comer.
Pero resulta que hay una razón lógica por la que golpearse un dedo del pie contra una pared nos duela tanto. Al tropezarnos estamos golpeando nuestro dedo con una fuerza equivalente a 2 ó 3 veces nuestro peso corporal. Es casi lo mismo que recibir una patada de karate.
Y por otra parte la superficie de los dedos de los pies es muy, muy pequeña, por lo que el dolor no puede extenderse y se concentra en el pequeño punto del dedo en el que hemos recibido el golpe.
Cuando al andar sin mirar con el pie descalzo y golpeas con todas tus fuerzas la pata de una mesa durante un breve instante no notas el dolor, pero llega de golpe, cuando todas las terminaciones nerviosas especiales llamadas nociceptores se disparan haciendo sonar una seña de peligro en forma de dolor insufrible.
Los nociceptores o nocirreceptores son receptores que responden a estímulos nocivos que envían impulsos a través de neuronas aferentes hacia la médula espinal, y de ahí, al cerebro, lo que lleva a la percepción del dolor.
Los nociceptores se pueden clasificar según diferentes criterios, entre ellos su velocidad.
Así los llamados nociceptores A-delta, son los más rápidos y disparan la primera ola de señales cuando nos golpeamos con la pata de la mesa, los A-delta se encargan de llevar la señal de peligro al cerebro con gran velocidad y son los causantes del dolor agudo y repentino que sufrimos tras el impacto.
Por otra parte, los nociceptores C son de conducción lenta y son los culpables de llevar la señal de alarma al cerebro un poco después para que la sensación de dolor persista.
Los nociceptores que inician el proceso respondiendo a estímulos mecánicos, térmicos o químicos se pueden encontrar por todo el cuerpo, pero se concentran en aquellas partes utilizadas por nuestro cuerpo para explorar el entorno que nos rodea, como las yemas de los dedos o los labios.
Por eso estas zonas son tan sensibles y nos duele tanto cualquier corte o golpe en estas zonas.
Nuestros pies y los dedos de los pies no tienen tantos nociceptores o nocirreceptores pero se concentran más al ser superficies pequeñas y al haber poca grasa es difícil amortiguar el golpe.
Según lo expertos esto es culpa de la evolución del ser humano. Al empezar a caminar, el ser humano pasó a deambular por cualquier superficie, muchas de ellas llenas de bacterias y cualquier corte en los pies podría significar una infección mortal.
Así los pies se hicieron muy sensibles para extremar el paso y evitar cualquier corte. Al primer ligero contacto con un estímulo mecánico, térmico o químico, los nocirreceptores se activan para evitar el peligro detectado.
Lo que hoy es uno de los desagradables dolores más comunes especialmente si gustamos de andar descalzo en casa, es en realidad una ventaja evolutiva de nuestra especie que ha salvado millones de vidas.