
Llega la temporada de verano y con ella aumentamos nuestra actividad al aire libre. Los pies se convierten en los grandes protagonistas, ya sea con largas caminatas por la orilla de la playa, la práctica del senderismo o para los más aventurados, los que aprovechan estos meses de verano para realizar el Camino de Santiago.
Hay que cuidar de nuestros pies en todos los casos, pero sin duda alguna, las largas caminatas y marchas extenuantes se salen de la normalidad a la que hemos acostumbrado a nuestros pies y deberos preparar a los pies antes, durante y después de la actividad física.
Los pies son una de las partes del cuerpo que más sufre al realizar una larga caminata debido a que se someten a esfuerzos poco habituales.
Por eso, si no se quiere tener ningún susto que te amargue tus vacaciones, lo conveniente es acudir al podólogo antes que nada para realizar una puesta a punto de nuestros pies.
Y si tienes pensado realizar el Camino de Santiago es conveniente que un podólogo te realice un estudio biomecánico previo con un análisis detallado de la marcha, para observar si es normal o presenta algunas alteraciones susceptibles de modificarse o compensarse.
Las rutas más exigentes de senderismo pueden durar muchas horas y una alteración en la marcha puede producir una lesión de gran importancia. El uso de unas plantillas a medida puede ser la solución para compensar muchas de estas anomalías o alteraciones estructurales del aparato locomotor.
Ante cualquier duda la mejor opción es siempre acudir a un profesional podólogo y especialmente en el caso de presentar dolencias previas como exceso de sudoración, hongos o helomas.
Los pies Antes de las caminatas.
Antes de empezar a caminar debemos prepararnos eligiendo el calzado adecuado, hay que prestar atención a la amortiguación de los impactos en el aparato locomotor, la entresuela situada entre las suelas exterior e interior para absorber al máximo todo tipo de presiones, las almohadillas en la parte postero¬superior para proteger el tendón de Aquiles y la lengüeta, que debe ser acolchada para evitar roces que puedan afectar a los músculos extensores.
No debemos estrenar el calzado el primer día de caminatas. Deberemos entrenar con pequeños paseos con ellos puestos días antes de las marchas. Igualmente, los calcetines tampoco pueden ser nuevos y la lana, el algodón, el hilo o los tejidos técnicos son los materiales más apropiados. Usar materiales transpirables evita una hiperhidratación de los pies, y por tanto, rozaduras, hongos y ampollas molestas que puedan entorpecer nuestra ruta. Igual de importante es cambiarlos a diario, y mantenerlos siempre secos y frescos.
Las uñas debemos cortarlas ajustándose a la forma de las mismas y sin dejar picos.
Durante la caminata.
Debemos evitar excedernos en el peso de la mochila, nunca debe exceder del 10% del peso de la persona que la lleva.
Hay que caminar de forma relajada; usar bastones para tener más estabilidad; y descansar entre 5 y 10 minutos cada hora.
Después de la marcha.
Cuando ya hemos terminado el recorrido y volvemos a casa no debemos olvidarnos de nuestros pies.
Cuidarlos debidamente acorta el tiempo de recuperación y puede evitar problemas mayores. En este sentido, debemos hidratarlos correctamente con un producto tonificante especial para pies cansados y realizar una serie de masajes de recuperación aplicados sobre los pies.
Estos masajes estimularán el retorno venoso y nos ayudan a acelerar el proceso de recuperación. El momento más oportuno es después de media hora tras terminar la actividad. Los pies pueden recuperarse del esfuerzo en una sola noche.